Y este es ahora el punto importante: ¿cómo exactamente te sentirías si tu opinión ya no quisiera ser escuchada en el discurso público porque es demasiado tedioso ocuparse de ella?
Pero esto es muy ambivalente. En regulaciones del lenguaje, discusiones sobre valores, etc., incluir a todos y a todo podría tener sentido. El problema es que, por ejemplo, en el tema del clima, esta cultura del discurso debería ampliarse al método científico - y eso simplemente no funciona. Si no se excluyera sistemáticamente a personas que dicen que no existe el efecto invernadero, o que el CO2 no tiene efecto, o que todos los datos están falsificados, o que los ciclos solares son olvidados por todos, o que la Tierra es plana, o así sucesivamente, cualquier avance en el conocimiento se detendría. Quien decida tomar una posición contra la evidencia real o que viole la lógica y además no esté dispuesto a aprender, queda efectivamente fuera. No se le puede integrar, ni tomar en serio, ni atender. ¿Cómo podría ser de otra manera? Una opinión puede ser falsa, aunque uno tenga derecho a tenerla. Esta tensión entre el método científico y la cultura del debate, como la conocemos en temas sociales, desgasta mucho a la sociedad. Pero la solución NO puede ser aplicar una nueva metodología a las ciencias naturales; quien no pueda seguir ese razonamiento, simplemente no podrá seguirlo. Solo la educación y una buena comunicación pueden mitigar eso.