¿Estoy dispuesto a vivir durante décadas (para la mayoría de 25 a 35 años) en alquiler para el banco y por eso renunciar a la libertad, a las vacaciones y a la buena sensación de no deberle nada a nadie?
Esta pregunta es muy buena y no tiene nada que ver con el miedo.
El término "libertad" me es especialmente cercano. La libertad comienza en la propia mente. En relación con "vivir", una casa propia no me hace más ni menos libre que una alquilada. El dinero va hacia un lado o hacia otro y puedo cambiar el estado y el lugar si quiero.
La "buena sensación de renunciar a algo" — ahí aún practico y sonrío ante mi autoengaño en mis intentos. La ocupación con la renuncia tiene mucho de bueno.
La "buena sensación de no deberle nada a nadie" es una categoría interesante. Lo abordo de forma un poco más integral: pienso que el ser humano, como ser social, necesita una forma de dependencia mutua para que la sociedad y la paz funcionen de manera duradera. El objetivo de funcionar como una unidad autónoma sin ataduras puede ser inicialmente deseable a nivel individual, pero a nivel social es preocupante. Las personas siempre necesitan ayuda. Esto incluye tanto la capacidad de dar como la de recibir. Quien da sin poder recibir genera un desequilibrio. Asumir compromisos entre sí es el pegamento social.
Lamentablemente, en la realidad no puedes vender tu casa así como así. Es como con un coche nuevo: conducir un kilómetro y ya vale la mitad porque es usado. Algo exagerado, pero con una casa es parecido. Los costos adicionales de compra de todas formas se pierden. Y el banco en caso de duda también quiere su indemnización por cancelación anticipada.
Puede ser, pero no tiene que ser. Estamos vendiendo nuestra casa adosada con una ganancia de más del 100% sobre los costos totales de construcción de 2001. Podría haber ido peor. Quizá pierdas algo de dinero. ¿Y qué? Así es cuando reorientas tu vida. ¿Sabes cuánta gente pasa por eso cuando se separa? Todo es posible.
Solo no tener dinero ni poder cumplir con las obligaciones es un tirano. Todo lo demás se puede decidir de un lado u otro. El dinero va y viene. La calidad de vida y el tiempo no. Este pensamiento facilita mucho el establecimiento de prioridades.
Al final, construir una casa es solo construir una casa y no algo que una persona deba o no deba hacer. Para algunos es la realización de una gran necesidad interior, para otros una consideración pragmática de costos y beneficios. Otros lo dejan porque no quieren atarse a una propiedad y a créditos.