Tarnari
29.10.2020 00:13:33
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Hace casi 30 años, cuando era un adolescente, durante la gran hambruna en Zimbabue, estuve en un camión con una ONG repartiendo harina de arroz en sacos a los habitantes del pueblo. Recuerdo como si fuera ayer la mirada de la gente. Yo arriba en la plataforma de carga, con unos 14 años, y abajo las personas que padecían un hambre verdadera(!). Me miraban como si fuera un dios. No es que yo me sintiera como tal, pero podía sentir físicamente que esas personas pensaban que yo les estaba salvando la vida, lo cual en un sentido amplio era cierto. Durante esos 10 días me hospedé en la casa del hermano del ministro de finanzas de Zimbabue. Una enorme propiedad con piscina y tres dogos como perros guardianes. Queríamos hacer una “excursión” al vecino Mozambique, pero milicias armadas con Kalashnikovs y en chanclas nos detuvieron en la frontera. Eso resultó ser demasiado arriesgado incluso para el director general de la ONG. Lo que quiero decir es que nunca, nunca, nunca en toda mi vida he visto tanta miseria ni contrastes tan grandes como entonces. Eso me marcó. Sí, todos podemos aportar nuestro pequeño granito de arena para mejorar. Yo lo intento cada día en mi ámbito. Pero los problemas reales de este mundo no cambiarán si no actúan quienes tienen el timón en sus manos. África, por ejemplo, es un continente olvidado. Perdonad mi sentimentalismo aquí. Pero toda esta discusión me recordó esas experiencias.Veo el dilema como tú y tampoco tengo una respuesta. Para ayudar realmente de manera estructural, debemos llegar a un consenso más amplio sobre la compartición. Seguir dándole vueltas a la rueda no puede ser la respuesta. Lo que cada uno de nosotros aporta individualmente está bien, pero siempre es una gota en el océano. Dentro de algunos años querrremos y tendremos que discutirlo de otra manera.