Existe tanto demanda para Ikea, la tienda de muebles y el estudio de cocinas, y cada uno encuentra su satisfacción en un lugar u otro (o no); aquí tampoco es blanco o negro, es decir, que los pequeños son buenos y los grandes malos o viceversa, pero en mi opinión eso es pensar demasiado simplificado; sería bueno si fuera así de sencillo.
Por supuesto, hay falta de transparencia y prácticas poco limpias en muchas otras áreas del comercio (telefonía móvil, automóvil, seguros, arrendamiento, alimentos y mucho más), justamente por eso los portales de comparación tienen cada vez más afluencia o instituciones como Stiftung Warentest o Foodwatch encuentran cada vez más justificación. Pero aquí se trata precisamente del tema de la cocina y aquí se oculta sistemáticamente; esto no es una opinión aislada, hay múltiples declaraciones de expertos acreditados; además, hay una serie de experiencias de usuarios aquí de las que solo se puede negar con la cabeza.
Atribuirle a un cliente en general que siempre quiere seguir la teoría "la tacañería es genial" me parece inapropiado, ya que ese eslogan no fue inventado por el cliente; creer que el cliente podría moldear el mercado sigue siendo un sueño inocente.
Ikea o quien sea no es “mejor” pero tampoco es per se peor y el cliente que está satisfecho con ello o cuyo paquete total encaja, lo hace bien. Entonces, ¿por qué estas afirmaciones generales de que un camino es perfecto y el otro poco serio?
Uno va a Ikea porque se alegra toda la vida de la cocina que armó él mismo y antes puede tocar todo y mirarlo sin fin, el otro ya se pone nervioso solo con tener que tomar un destornillador. Ambos modos o muchas cosas son posibles.
Por ejemplo, en mi factura del mecánico del automóvil leo cada pieza instalada así como su mano de obra y él no se muere de hambre por eso. ¿Desde cuándo es una exigencia obtener una oferta o factura comprensible y verificable algo que el cliente no debería tener o que lo pone en mala posición?
En el tema del “negociar” sucede que cada día negociamos algo. Nuestros contratos laborales, la construcción de la casa con el contratista general, el contratista general negocia algo con el alicatador, el alicatador con el mayorista, etc. Negociar en sí o también negociar con conciencia de precios no es nada reprochable. Constantemente negociamos algo con la pareja, nuestros hijos. Lo importante es que en esta “negociación” se mantenga la equidad, ambas partes, y no veo que el cliente sea generalmente menos justo que el comerciante.
El comerciante puede decir “alto” o el cliente puede abandonar el lugar, ambos son libres.
Quien paga un precio sin cuestionarlo no es necesariamente una persona más justa que la otra que mantiene una “conversación de venta normal” con su proveedor también sobre precio/rendimiento. De lo contrario, los adinerados serían necesariamente más justos que las personas con bajos ingresos, que deben ser más ahorrativas.
No me gustan por lo general los juicios generales, ni del lado del cliente ni del comerciante. No soy EL cliente de Ikea ni EL cliente de la tienda de muebles. Una vez soy esto y luego aquello, siempre como me conviene mejor. Precisamente eso es parte del libre mercado.
Nuestros amigos tenían una cocina de Ikea y también los artesanos organizados por Ikea. Con el resultado quedaron menos satisfechos. Nosotros, en cambio, planeamos con mucho gusto y trabajamos sin parar en los detalles, planeamos también partes ajenas a la empresa y después se las encargamos a nuestro carpintero de confianza de larga data para que las monte, por lo que esta vez fue una cocina de Ikea genial. Siempre vemos el precio de inmediato, tocamos el producto y el resultado es excelente para nosotros. Si no conociéramos a ese artesano probablemente habríamos comprado la cocina en otro lugar y no estaríamos menos satisfechos.
Por eso no puedo entender esta frecuente clasificación aquí en correcto/incorrecto.