Se debería - lo que a la mayoría de las personas especialmente les cuesta al intentar usar objetos para sí mismas - mantenerse en el terreno de los valores y pensar en sus propios intereses (incluidos aquellos a quienes se puede perjudicar con su comportamiento). Porque, ¿qué pasa si, por pura irracionalidad, exhalo mi solvencia crediticia hasta el límite y ofrezco por una casa, por muy bonita que sea, como si en los cimientos estuviera incrustado el Gabinete de Ámbar, es decir, si ofrezco diez mil, veinte mil, qué digo, me importa un bledo, cincuenta mil euros sobre el valor? Correcto: aparece un postor que puede sobrepasar mi irracionalidad con creces y saca el dinero como si estuviera en el Banco Mundial y tuviera descuento de empleado. Aún no he terminado de decir "valor más cincuenta mil" cuando él carga su bazuca de maletines con "valor más ochenta mil" y me elimina sin silenciador de la puja.
Lo que he perdido no es solo ese objeto tan increíblemente fantástico. Sino que me quedé sin nada y sigo buscando, probablemente incluso en el pueblo vecino. ¿Y qué tengo que aguantar allí? - otra vez correcto: algún idiota (uy, ¿he sido yo? dicen que me parezco a él, vaya, ¿de verdad he sido yo?) ha llevado los precios de la región a alturas astronómicas. Si no hubiera abierto tanto la boca y hubiera ofrecido "solo" diez mil más del valor, el amable postor ya me habría superado con cuarenta mil menos, y no habría elevado tan locamente mi propio precio para el próximo objeto. El otro habría conseguido la adjudicación más barata, lo cual me da igual, pero habría evitado que me metiera un autogol.
Por eso recuerda dos cosas:
1. ningún objeto vale que uno aumente el mercado para sí mismo;
2. "todo final encierra un comienzo" también se aplica a las subastas de casas. La próxima oportunidad llega cuanto antes cuanto más uno se persuade a sí mismo de que está excluida. Entonces cuenta cada autogol evitado en el camino, no haberse hecho demasiado caro a uno mismo.
Si aparecen miembros de ciertos grupos de riesgo - a quienes me gusta llamar los pequeños artilleros - uno debería cambiar rápido de "pujar" a "mantener la calma, observar y aprender": los grupos de riesgo son agentes inmobiliarios, comunidades de herederos y postores dispuestos a todo tipo de misiones suicidas.
O dicho de forma más corta: cuando los mercados se sobrecalientan, debería comprarse fuera del mercado.