Hola D´ Artagnon,
Todavía no entiendo por qué tengo que calentar mi habitación de invitados a 20° si solo la necesito a 20° unas pocas veces al año. Alguien tendrá que explicármelo.
Quizás yo pueda explicarlo, como practicante.
Imagínate una olla con agua en tu estufa que quieres mantener caliente todo el tiempo. Para eso basta con hacer que el agua hierva una vez y luego ajustar la temperatura para que el agua mantenga un hervor lento. Los costos de energía son manejables y económicos porque solo se debe mantener la temperatura deseada (hervor lento). En cambio, si dejas que el agua se enfríe primero, tendrás que aportar energía de nuevo para volver a que hierva. En resumen, repetido constantemente, es algo costoso.
Algo similar pasa con los cuartos calefaccionados; el cambio constante de temperaturas requiere más energía porque, por un lado, los espacios adyacentes compensan la diferencia de temperatura y, por otro, calentar intencionadamente un cuarto requiere mucho más energía que mantenerlo a una temperatura constante.
Ejemplo práctico de mi propia experiencia: hace años vivíamos en el apartamento del primer piso de una casa para dos familias y siempre me molestaba (yo hacía las cuentas de los gastos de la casa) que estaba pagando la calefacción del apartamento de arriba. La inquilina del ático no solo se beneficiaba del calor que subía sino también del hecho de que a nosotros nos gusta tenerlo bien caliente. Así que ella siempre pagaba significativamente menos por la calefacción que nosotros.
En ese momento empecé a montar una distribución de calefactores por radiación y aprendí mucho sobre cálculos de demanda térmica, materiales de construcción y su "organización" del calor. También entendí lo absurdo que era la reducción nocturna (en definitiva, no es más que dejar que la olla se enfríe) del generador de calor (tener que calentar de nuevo la olla fría por la mañana). Por eso hablé con nuestro casero, le expliqué los procesos físicos (yo) y finalmente obtuve su permiso para apagar la reducción nocturna. Desde entonces se acabó que el primer piso pagara la calefacción del ático. Naturalmente, los consumos anuales no estaban exactamente igualados, pero sí tanto que las dos cuentas podían considerarse "normales".
Esta experiencia me lleva hasta hoy a recomendar encarecidamente a todo constructor que no cambie nunca un sistema ya ajustado. Solo jugar con los sistemas (aquí el generador de calor o la olla) genera costos que son innecesarios, como un tumor.
Saludos, Experto en Construcción