Entre tanto, tuve todo tipo de cosas por ahí, también dos grandes altavoces de pie.
La forma de construcción es secundaria en el sentido de que los altavoces de pie no ofrecen ventajas per se; la afinación y la calidad de los componentes son lo que importa. Mis tiempos en la escena freak fueron hace ya treinta años, en aquel entonces Teufel y Dynaudio tenían buena reputación en el segmento asequible, también JBL y Magnat, pero no en todos los géneros musicales, y con más dinero se acudía a Canton, Quadral y con aún más dinero a Infinity o Piega. La facción bass reflex apoyaba en aquel entonces a Hans Deutsch o Bowers & Wilkins.
Mi experiencia personal es que un amplificador dominante puede “adiestrar” bastante bien un altavoz, al menos en lo que respecta al comportamiento general de vibración; contra vibraciones parciales casi solo ayudan las membranas Honeycomb. Con un "transformador de soldadura" de Harman/Kardon me pude permitir conformarme con altavoces por 100 marcos el par. Amplificadores de Onkyo eran entonces igualmente recomendables, y con algo más de dinero Luxman (aunque ahí ya estaba el umbral para preamplificador y amplificador de potencia separados).
Los subwoofers ya eran un tema entonces, el surround apenas estaba surgiendo. Para un sistema HiFi completo con amplificador integrado, reproductor de CD y tocadiscos, cassette, sintonizador y altavoces, el umbral estaba en diez mil marcos, por encima del cual los oyentes normales no percibían más aumento de calidad. Ese sistema era de banda ancha, es decir, apto desde música clásica hasta Z-Wave o metal. Valió la pena para la Reina de la Noche; para la canción de Kufstein habría sido echar perlas a los cerdos.
La grabadora de cinta debería ser revisada (se volvió algo dañada por años de uso muy esporádico), y el sintonizador es todavía de la época de la radioanalógica terrestre. Por lo demás, la calidad se nota en que el equipo todavía está al día, salvo por USB y MP3 que no se intuían entonces.