He trabajado profesional y personalmente durante décadas con bancos en sus funciones más diversas. Comienza con las cosas habituales como particular (cuenta corriente, inversiones), continúa con el comercio privado y profesional de valores de todo tipo y mercados (para la gestión de patrimonio) y luego también con diversos asuntos de crédito en el ámbito privado y profesional. Por supuesto, no todos los contactos fueron negativos, pero en general se justifica una desconfianza. Donde existía la posibilidad de obtener una ventaja legalmente impecable pero moralmente cuestionable, apenas algún banco o algún responsable dentro del banco se consideró indigno de ello.
Además del crédito mencionado aquí, estos días tuve de nuevo el clásico sobre la mesa: una mujer anciana acomodada va al asesor bancario (DeuBa) y quiere una estrategia de inversión conservadora. Ella confía en el tipo y él le mete los valores más disparatados en la cartera. Constantemente se reestructuraba sin sentido para cobrar comisiones. Por supuesto, ella firmó todo ciegamente lo que él le presentó. Lo que algunos asesores bancarios hacen con el pequeño inversor se extiende hasta los más grandes, véase el escándalo Libor, por nombrar solo un ejemplo.
Bueno, cada uno con su propia opinión.