La financiación de la deuda pendiente no debería ser el problema. El problema siempre es la ausencia de una bola de cristal. Por ejemplo, podría darse el escenario de que los intereses en una renegociación hayan aumentado un 6 % en comparación con ahora y que tu cuota ya no sea de 1.500, sino de 2.000 con la misma amortización porcentual. Eso puede ser lo que a algunos les rompa el cuello.