Lo he dejado. Mi amor quería césped en el borde del campo y yo un prado pobre para no tener que cortar tan a menudo. Llevo tres años ahora de rodillas arrancando malas hierbas del maldito césped. La naturaleza derrama su cuerno de la abundancia de biodiversidad más rápido de lo que yo puedo seguir. Cada vez tapo los agujeros después.
En otoño pongo además en cada agujero un crocus silvestre temprano. Se ve adorable en la pre-primavera y está marchito antes de que haya que cortar. Este verano he decidido no seguir luchando contra la naturaleza solo por el deseo de un esposo. Verde es verde y cuando él ha cortado se ve lo suficientemente bien. Solo dejo que las cardos, ortigas y correhuela no crezcan.
Saludos cordiales
Gabriele