Ahora sigue la parte más laboriosa del trabajo, ya que hay que eliminar las muchas pequeñas raíces adheridas y restos de corteza. Antes de comenzar, debe remojar bien la fachada con agua para que las raicillas se hinchen y se ablanden. Para ello, pulverice la pared varias horas seguidas con la manguera de jardín o coloque un aspersor que la mantenga continuamente húmeda. Después, retire las raíces trozo a trozo con un cepillo para fregar o un cepillo de mano. En ambos casos es importante que las cerdas sean lo más duras posible. Las zonas ya fregadas deben volver a pulverizarse para comprobar si quedan restos de raíces adheridas.
En paredes enyesadas o en las juntas de paredes de ladrillo visto, las raíces se pueden eliminar más fácilmente si después de remojar la pared se cepilla brevemente con ácido clorhídrico diluido y se deja actuar durante unos minutos. El ácido disuelve el enlucido de cal y las pinturas de pared con contenido de cal, lo que hace que las raíces de hiedra no se adhieran tan firmemente. Después de acidificar y dejar actuar, primero se debe enjuagar el ácido con agua corriente antes de volver a usar el cepillo. En paredes muy lisas o fachadas de hormigón, también es útil una espátula con un borde metálico recto y afilado para raspar las raíces. A veces, una hidrolimpiadora con un chorro plano y afilado también resulta de gran ayuda.
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