Los edificios eclesiásticos hoy en día se liberan más bien mediante la fusión de parroquias, es decir, al menos no se abandonan principalmente por la falta de rentabilidad de mantenerlos en sí. En este último caso, las demoliciones y nuevas construcciones serían más frecuentes, por lo que inicialmente desconfiaría menos de que la sustancia tenga mucho de malo que temer. Y para los compradores, tales casos ya no son una gran rareza, y por lo tanto ya se conocen y documentan algunos ejemplos.
Mis principales "preocupaciones" serían, por un lado, de naturaleza patrimonial, es decir, asegurarse de que ninguna protección de monumentos arruine o incluso haga inasequible el proyecto; y por otro lado, de naturaleza urbanística: los privilegios que el edificio haya tenido hasta ahora probablemente desaparecerán con la profanación.
Si ya no existe derecho estatal eclesiástico que salve los conflictos entre protección contra incendios y protección de monumentos, se puede aprender la diferencia entre profano y trivial ;-)